Cuando nos
conectamos con nuestro ser interior, todo fluye, como el agua cristalina
de un manantial, así es nuestra energía vital que todos tenemos dentro y
que corre como el agua sin estancarse en
ninguna parte, nace y sale sin obstáculos. Así es nuestra alma, así es la
energía vital, que nace fluidamente cuando le permitimos SER o la estancamos y sale con
tanta fuerza que crea mucho dolor. Como el agua que destruye montañas cuando la quieren
estancar, desviar su cauce u ocultar, así es nuestra energía vital.
La energía vital se
alimenta desde lo más alto del universo, entra por nuestro centro de energía
alfa para descender a los demás centros
de energía (corona, tercer ojo, garganta, corazón, plexo solar, sexual y raíz.) Hasta llegar al Omega y conectarse con lo más
profundo de la tierra, para luego retornar nuevamente su trayecto una y otra
vez, formando espirales de energía sin fin para darnos la fuerza requerida para nuestro día a día.
Pero a veces sucede
inconscientemente o conscientemente que bloqueamos esta energía vital con
nuestros actos o pensamientos, queriendo controlar el entorno, los sentimientos
y las emociones; juzgándonos a nosotros mismos y a los demás, dándonos látigo o
culpándonos por esta o aquella decisión tomada en el pasado o quizás
colocándonos una armadura para no mostrarle al otro el gran amor que llevamos
dentro porque nos da miedo amar y ser amados.
Nos pasamos la vida
ocultando la verdad de quienes somos pero no nos damos cuenta que represar esa
energía la abundancia también se bloquea en todos los aspectos de la vida.
La invitación es dejar fluir las experiencias para que nuestra energía circule libremente y nos alimente diariamente y podamos renovarla.
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